Desde Indiana hasta San Juan
Texto y fotografías por Mike Spears
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Estoy en el proceso de restablecer mi relación con Puerto Rico. No he vivido allá desde hace más de 30 años. Por muchos años mi relación con la isla ha sido periférica, la de un visitante anual. Pero en febrero del 2020 renté un apartamento, donde pasé ocho meses, una experiencia por la cual estoy más que agradecido.
El primer año estuvo lleno de acontecimientos que resultaron en fotos interesantes.
He estado viajando a Puerto Rico cada año de mi vida por mi padre. Viví en San Juan desde 1978 en Miramar con mi padre que trabajaba en el Caribe desde el inicio de los años 70. Fui al Robinson School en Condado. Me mudé desde Indiana y eventualmente me gradué del bachillerato en la isla.
Vivimos en diferentes áreas de San Juan durante los años. Entre la zona metropolitana y los suburbios.
Mi padre se casó con Luisa, una mujer dominicana, creo que en el 1982. Ella había inmigrado desde República Dominicana desde hace varios años y trabajó en un salón por muchos más.
Nos mudamos de Miramar al apartamento de Luisa en el séptimo piso de Los Robles, en la avenida Américo Miranda, por el Centro Médico. Empecé a hablar español con más personas que no eran estadounidenses, como con Luisa y su familia.
Había hablado español antes. Me lo enseñaron formalmente en el colegio y lo hablaba en las calles. ¿Estaba aprendiendo a ser latino? Desde diferentes perspectivas. En casa también. Una dualidad ahora existía. La vida escolar y la vida de la calle y la casa. El yo en inglés y el yo en español.
Luisa puso un salón al frente del edificio, El Beauty. Vivimos allá como por dos años. Pasé un buen tiempo en esos días en los Lo Robles, pero fue fuerte; me llamaban “el gringo” en las calles.
La chancha era genial. Fumábamos yerba, hablábamos de sexo, basketballl, volleybol.
Eventualmente nos mudamos a una casa en Guaynabo, el sueño americano versión Puerto Rico.
Luisa y mi papá llevan casi 40 años casados, pero viiven en otro suburbio ahora. Luisa tiene familia extendida en San Juan, quienes también considero familia y he fotografiado en el transcurso de los años.
Antes de Luisa, era un gringo siendo un gringo con mi papá gringo todo el tiempo en Puerto Rico. A partir de ahí, mi papá y yo nos integramos más a la vida “caribeña”. La confianza de Luisa y su naturaleza extrovertida hizo que el proceso fuera más orgánico. La comida, lengua, mi forma de ser cambiaron, todo cambió.
Creo que he ido a RD tal vez como unas seis veces
Algunas de ellas con Luisa.
A Punta Cana, a Santo Domingo.
Las primeras tres veces no tomé ninguna fotografía.
Después de la universidad en Boston, en el inicio de los años 90, hice muchas fotos en Puerto Rico. El trabajo de esa era es muy bueno: patinadores, novias, calles y playas. No estaba cegado por los tecnicismos, estaba inspirado con esta práctica que recién iniciaba. Empecé a fotografiar a Puerto Rico otra vez a mediados de la década del 2000. Volví a inspirarme. Conseguí una mejor cámara y quería aplicar lo que había aprendido asistiendo a profesionales en Nueva York.
Quiero encontrar un buen equipo, aprender a bajar la velocidad, deshacerme de la mentalidad de rata. Crecer, sanar, escuchar. Pasar más tiempo con mi familia, trabajar desde casa y echar raíces.
Surfeo desde el 2006 y me ha ayudado mucho a producir fotografías. Me hace moverme alrededor de la isla, observando, mirando, documentando.
Mi relación con Puerto Rico como fotógrafo ahora se basa en cómo me ayuda a procesar, atesorar, proyectar y honrar la isla.
Estoy bendecido de tener a Puerto Rico en mi vida. En el futuro espero poder viajar a otros países del Caribe. Nunca he ido a Jamaica, Cuba o Trinidad, o ninguna otra isla de las Antillas menores.
Veo muy buen trabajo saliendo del Caribe últimamente. ¡Qué siga así!
