Juan Brenner

Sobre héroes y oro

Juan Brenner
Sobre héroes y oro

Texto por Félix Cordero
Fotografías por Juan Brenner

Desde Guatemala, Juan Brenner (1977) llega para enseñarnos oro. Fotógrafo, diseñador, gestor cultural y amante de superarse a sí mismo, Brenner tiene una larga trayectoria en el mundo de la imagen. Comenzó en el mundo de la moda al mudarse a Nueva York al final de los 90’s, y tras su regreso a Guatemala tras 10 años de habitar en la metrópolis estadounidense, se concentra en desarrollar proyectos propios y colaborativos: fundó junto a tres amigos el espacio de arte contemporáneo Proyectos Ultravioleta, abrió su estudio de diseño y recientemente se ha enfocado en contar la historia de Guatemala, su oro y sus traumas a través de Tonatiuh, serie fotográfica que llevó a libro.

En esta entrevista, navegamos junto a Juan sus inicios, sus aprendizajes, inquietudes y los puntos de observación que nutren su trabajo.

¿Cómo fue tu upbringing?

Normal, demasiado normal. Los tempraneros 90’s en una Guatemala en la recta final de la guerra. Clase media muy conservadora y con todas las etiquetas que se le puedan poner a eso; todas. Centro América en ese momento estaba muy atrasada, entre guerras y terremotos, las cosas caminaban lento, en general el ritmo de vida era muy letárgico, la violencia crecía y pues qué te diré... Pre-internet.

¿Cómo llegó la fotografía a tu vida?

Por total accidente, y aunque desde muy chico tenía claro que quería ser artista -o por lo menos no entrar a la dinámica normal de academia-, no había logrado encontrar nada que me llenara. Mi padre tenía una Canon Program AE-1 que estaba descuidada. Me encargó llevarla al taller, y al recogerla me pidió que comprara un rollo en el mismo lugar, que lo tomara para probar la cámara.
Desde ese día se “arruinó todo”, me quedé “hookeado”.
Desde ese momento me di cuenta que era lo mío, me sentí muy cómodo con el medio y con el ritmo, con la artesanía; todo el proceso de generar la imagen desde encuadrar hasta tenerla impresa. Se convirtió en una cadena obsesiva para mí.

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¿Cuál fue tu primera musa?

No sé cómo plantearlo, pues en realidad cuando empecé a hacer foto mi concepto de arte era muy rústico. Esa conexión de lo que se quiere decir con lo que se hace no era real para mí, por mucho tiempo no supe lo que se sentía crear y destruir. También desde un inicio me propuse a hacer plata y vivir de esto. Me costó mucho y me tocó generar ese híbrido entre arte y comercio que me permitiera no estar limpiando mesas hasta las 3 am. ¿Habrá sido mi primera musa la plata? Suena feo, pero creo que fue así.

¿Cómo llegas a Nueva York y dónde recibiste tu formación fotográfica?

Después de un año de estar en Guatemala haciendo foto, estaba estancado y frustrado, pues en ese momento “la escena” era gris por acá. Muchas fotos de volcán y de indígenas riéndose; y yo estaba tratando de no hacer eso. También es muy importante el contexto histórico. El internet en este momento era totalmente primitivo y el bombardeo de referentes muy escaso. Era imposible auto instruirse, la oferta cultural muy pobre, la música local en pañales; en fin, tenía que huir. No tenía nada que perder, iba a cumplir 20 años y solo pensé: ¿Cuál es el lugar más complejo y difícil para hacerla como fotógrafo? Y Nueva York estaba ahí, aparte hablaba un poco de inglés, el ticket no era tan caro y pues tenía una Visa de turista. Me lancé sin pensarlo tanto, nunca pensé que iba a marcarme tanto.

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¿La fotografía de moda fue algo que siempre llamó tu atención?

Para nada. Siempre supe que retratar gente era lo mío, y eso estaba haciendo acá en Guatemala. Hice intentos de fotografiar chicas con ropa rara; pero moda no. Lo de la foto de moda fue otro accidente: ya en Nueva York me di cuenta que ser fotógrafo no era tan simple como creí y tuve que poner los pies sobre la tierra, coger trabajos fuera de la fotografía para sobrevivir y esperar a que cuajara un poco el trauma de estar en una ciudad nueva con un inglés pobre, sin dinero, sin formación académica y sin rumbo.

Lugar correcto y momento correcto, un conocido muy random tenía un muy buen amigo fotógrafo y me recomendó con él para platicar, este personaje me invitó a una de sus sesiones de trabajo y cuando me di cuenta que le estaban pagando una PLATOTA por tomarle fotos a una chica muy bella y que él era como un rey surreal de ese mundo, mi cabeza se derritió. Entendí que el camino era ser asistente y aprender desde cero, acepté mi falta de instrucción y me enfoqué en absorber todo lo que se pudiera. Trabajé de gratis más de un año como asistente y las cosas fueron cuajando poco a poco, después todo se ordenó y me convertí en un muy buen asistente, una cosa lleva a otra y me encuentro asistiendo gente muy importante en el medio. Lo aprendi todo ahí, especialmente qué no hacer. Después de 4 años de mucho asistir ya estaba listo para dar el salto y me animé a hacer mi propio trabajo, y me fue muy bien.

¿Cuáles experiencias como fotógrafo de moda en Nueva York guardas contigo?

Las malas son las que trato de tener más a la mano, los errores que vi cometer a otra gente en el camino, el stress de hacer las cosas bien, el miedo que me obligaba a ser lo más certero y no arruinarle el trabajo a todo un equipo. Claro que es bello crear y ser apreciado; todo está dividido por fases y en cada fase hay escalones simbólicos que uno añora, cada uno que logras es una inyección al ego, se siente bello y se crea una dependencia. Esa dependencia, en mi caso, me hizo siempre ir “pa'lante”. Cuando uno está subido en la bestia es difícil parar a “gozártela”. Hay que avanzar, o te quedas perdido.

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¿Qué te hizo volver a Guatemala?

En síntesis, no logré manejar todo lo que me fue dado. Era muy chico y nada de la experiencia que uno tiene te prepara para procesar, digerir y hacer las cosas “bien”, el stress, la fiesta y una falsa idea de seguridad me traicionaron en un punto. Tuve que poner mi vida en perspectiva y en una balanza muy difícil, ganó mi paz mental y tener control sobre mi vida. Además la ciudad te mastica y te vomita constantemente. Estaba muy cansado, fueron 10 años muy intensos, sin descanso, ni mental y ni físico.

¿Cómo es ser fotógrafo en Guatemala, a diferencia de Nueva York?

Comercialmente hay un abismo de diferencia, pero siempre he sabido que mi mercado no está acá. Por ejemplo, mi libro está por completo en inglés. La gente me critica por desiciones como esa, pero en un vacío como el de Guatemala toca ver para afuera. No soy romántico ni utópico, quiero que la gente vea mi trabajo y sé dónde les interesa.

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¿Cómo nace Proyectos Ultravioleta?

Otro accidente, definitivamente mi vida ha estado marcada por esos momentos caóticos que se generan desde la frustración, de crear y destruir. Después de regresar y tratar de entender lo que me venía encima, decidí parar de hacer foto. Estaba un poco peleado con la idea de definirme como fotógrafo solamente.

Proyectos Ultravioleta se genera de conversaciones muy densas con 3 amigos (lo fundamos 4) y de una necesidad automática y casi de autodefensa. El medio del arte contemporáneo estaba, a nuestra percepción, estancado y cómicamente cómodo. Decidimos experimentar, de los cuatro, tres estábamos de regreso en Guatemala después de temporadas largas fuera y como ya lo dije antes, la oferta cultural siempre fue escasa por aquí. Desde el primer evento nos explotó en la cara la necesidad que la escena tenia de un proyecto así, fue mágico.

¿Cómo fue sumergirte en el arte contemporáneo después de pasar años en el negocio de la moda?

Increíble. Me dio una válvula de escape. Mi vida era una maraña muy caótica y Proyectos Ultravioleta me permitió enfocarme. También redirigí mi energía hacia la dirección de arte y el diseño. El proyecto se manifestó en un momento muy particular, la lupa del mundo del arte necesitaba evidenciar cosas nuevas. No quiero hablar de vanguardia porque me parece incompleto, pero sí puedo decirte que desde el fondo éramos muy honestos y nuestras intenciones muy dignas. Eso tuvo sus repercusiones, también lo exótico de Centro América, y ya que nunca está bien representada en las realidades de primer mundo, todo cuajó. Creo que de la mano del Caribe nos montamos a un avión muy loco, “tropicalia”, precariedad y muchos huevos nos llevaron lejos definitivamente.

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¿Cuándo vuelves a la fotografía? ¿Con cuál proyecto?

Proyectos Ultravioleta reventó en el 2010, al mismo tiempo nuestro estudio de diseño (mi socia y yo trabajamos juntos desde hace más de 10 años) tomó vuelo y se volvió de cierta forma relevante. Como te dije, me gusta la plata y es importante para mí a toda costa no regresar a morir de hambre como artista. Una vez es suficiente. Después de mucho accidente y con el corazón en la mano tuve que escoger entre mi negocio y Proyectos Ultravioleta, me quedé con el estudio y enfoqué absolutamente toda mi energía, tiempo y creatividad a establecerlo como algo que valiera la pena. Me alejé de la foto, especialmente se proyectos personales como por cinco o seis años. Claro que hubo “jugueteos” a lo largo de los años, pero es en el 2017 que ya no pude más, y empecé a conceptualizar y a investigar mi proyecto Tonatiuh.

Tonatiuh es un proyecto en el que he trabajado los últimos 3 años, en donde analizo y trato de poner en evidencia las repercusiones y cicatrices que la invasión y conquista ha dejado en este continente y más específicamente, el territorio que hoy se conoce como Guatemala. Seguí el camino de Pedro de Alvarado, repliqué sus movimientos de hace casi 500 años.

¿Cuáles son las problemáticas que como artista te gusta explorar?

Estoy todavía descubriendo eso, pero sí puedo decirte que la temática de la invasión y conquista de las Américas, y cómo la historia se repite circularmente, los arquetipos de los territorios y reinos doblegados por la corona española son parte esencial de mi discurso. Es inevitable perfilarme hacia un nuevo invasor, como lo es USA y no ver 'al norte' cómo la latente. mano que desde los 50’s está transformando la región. Ideas de post colonialismo e imperialismo son repetitivas en mi cabeza. Por ahí me dirijo.

Estos últimos 6 meses han sido de mucho aprendizaje, pero más de reafirmar que las conversaciones que quiero generar. con mi trabajo tienen un origen de protesta, de transgresión y de reclamo. La injusticia racial, de género y de clase social que hemos vivido por los últimos 500 años tiene una fecha de caducidad, y quiero hablar de ello.

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¿Cómo fue el desarrollo de Tonatiuh? ¿Qué metáforas visuales buscabas/te llamaron la atención?

Este proyecto me cambió la vida, 180 grados. Gracias a él estoy encaminado otra vez y tengo claro el camino. Entiendo mejor que nunca para qué soy bueno y voy a mantenerme firme en lo mío. Me gusta mucho investigar, tal vez mi falta de academia crea una inseguridad oscura por ahí, y la investigación me hace sentir protegido. Después de investigar, entrevistar y leer mucho por más de un año decidí hacer las fotos; hice 12 viajes al altiplano guatemalteco siguiendo el camino de los conquistadores buscando oro, batallas y sus repercusiones. Habían muchas imágenes que sabía que iba a encontrar, tenía una idea muy concreta de lo que iba a hacer, todo derivado de la investigación, pero la verdad que las imágenes sorpresa son las más enriquecedoras. Los dientes de oro fueron bombas que me explotaron en la cara. Es muy lindo procesar cómo la historia nos educa una y otra vez, como pensamos que la manejamos pero en realidad no. Desde el minuto 1 supe que quería hacer un libro, y me enfoqué hasta la muerte en ello. Dio sus frutos: el proyecto ha tenido excelente prensa, el libro se agotó, ha sido criticado muy bien y Aperture lo nominó a mejor primer libro en Paris Photo en noviembre del año pasado. No puedo pedir más.

¿Qué es lo más importante para a la hora de capturar una imagen/momento?

Antes creía que tener el control al 100% siempre era la única fórmula, pero el tiempo y la “maña” me dicen que solo hay que ser paciente y honesto. Si sos transparente y sabés cuando hacerlo llevás todas las de ganar.

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¿Consideras que el fotógrafo posee una responsabilidad con el sujeto que fotografía?

No, es tan difícil tener esta posición pues la fotografía en sí es uno de los proceso más colonialistas que existen: un individuo con un robot que hace imágenes es una posición muy difícil de vencer, especialmente cuando los sujetos tienen todas las desventajas que la historia define. Pero repito que la honestidad, la buena comunicación y la transparencia generan una dinámica ideal entre el artista, la máquina y el que queda evidenciado. Es muy frágil, pero sí funciona; todo termina siendo responsabilidad de ambos.

¿Cómo crees que en la producción de imágenes, que lleva un paso tan acelerado, se puede encontrar vida y autenticidad?

Creo que no hay que tratar de abarcar tanto (en cuestión de temática), si encuentras un nicho ideal, hay que explotarlo. Claro sin ser repetitivo o haragán, pero cada tema que podamos generar es tan amplio. Es hasta abrumador la verdad.

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En el contexto que estamos viviendo... ¿Consideras que es importante que empecemos a descolonizar la mirada?

Este tema es para desarrollarlo de una forma muy amplia. Podríamos hablar años sobre esto, pero es tan complejo alejarse de esa mirada cuando es cómo aprendimos. Es tan “normal”, es lo más fácil... Salir de la zona de confort es lo

mas importante, inevitablemente eso nos saca de esa esquina post-colonial, de esa posición de ventaja que la lotería de la vida nos da. No pretendo que mi trabajo sea así de intenso siempre, pero por el momento mi posición es de cambio. Antes no quería ver para atrás; ahora estoy viendo hacia atrás para tener fundamento.

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¿En qué estás trabajando actualmente? ¿Hacia cuáles corrientes estás navegando?

Estoy generando dos series nuevas. Usualmente trabajo en varias ideas simultáneamente y una de ellas es la que toma relevancia y ahí decido qué hacer. Tonatiuh es un proyecto oscuro, hay mucha muerte y destrucción, pero la temática lo exigía. Mientras desarrollaba y fotografiaba Tonatiuh me fue inevitable ver el lado brillante y enriquecedor del altiplano guatemalteco, estoy desarrollando un proyecto que da continuidad a mi libro, pero que se enfoca en la nueva generación de ese territorio, en la globalización, en una nueva estética que abandona por completo costumbres milenarias que antes nos definían como territorio. Hay mucho “oro” eso sí, pero también Reggaetón, discursos de género y un análisis profundo del génesis de lo que para mí es una nueva burguesía en el altiplano Guatemalteco.

De manera adicional, estoy dirigiendo la cámara hacia mí, no literalmente, pero sí haciendo un análisis muy íntimo de mi personalidad y cómo yo fui definido por las dinámicas familiares. Acá hay una experimentación con una línea del tiempo alternativa: estoy investigando de física cuántica y sobre la teoría del multiverso. Sé que parece una cacofonía pero estoy dándole forma.

Quiero “surfear” la ola la verdad. La vida me puso en un lugar privilegiado nuevamente, y ya veremos cómo lo manejo, tengo la cabeza sobre los hombros, hay más experiencia y tengo muy claro a dónde quiero llevar mi producción artística. Ojalá logre estirar este momento lo más posible; me la estoy pasando muy bien.

Conoce más del extenso trabajo de Juan en su web y mantente al tanto de sus exploraciones en su Instagram.

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