Strange Sounds from the Heart

Texto por Félix Cordero
Fotografías por Jeremy García
Vestuario con piezas de Leblanc Studio

Cuando uno tiene esa necesidad de proyectar lo que uno siente, lo importante es hacerlo.

La escena musical de Santo Domingo crece y se expande, tanto en la cantidad de actos trabajando activamente como en los sonidos, influencias y estéticas que abarca, generando híbridos únicos. Alina Labour —sí, ese es su nombre real, no un pseudónimo— es una productora, compositora, artista visual e intérprete que posee una presencia, estilo y trabajo imprescindible para la amalgama de sonidos que se está formando en la ciudad.

Empezó a difundir su música subiendo pequeñas canciones sobre footage de películas como Meshes of the Afternoon (1943) y Daisies (1966) mientras estaba en el colegio. Tras debutar en el 2015 con Strange Sounds from the Moon, un EP donde recoge demos que realizó a los 17 años, se ha hecho cargo de llevarnos a su mundo, donde lo onírico y emocional se traducen en tracks creadores de atmósferas sonoras con influencias palpables en el noise, dreampop y shoegaze.

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Ahora, con 22 años, más experiencia en el mundo de la música, una personalidad que alimenta y fortalece día a día, Alina se siente imparable. Es dueña de su proceso creativo y la ejecución de cada faceta de un nuevo proyecto — el diseño de las portadas del single, las visuales que proyecta en sus presentaciones, y el diseño de los cassettes que realizó para Strange Sounds from the Moon.

El elemento visual es inseparable de su práctica, dándole el mismo rigor conceptual que le da a cada melodía. Disfruta realizar collages, la estética vintage y las películas ricas en colores. Todo lo que despierte en ella una emoción.

Las ideas me llegan como momentos, lapsos de mi día a día en el que pienso algo que quiero hacer, y si no sé hacerlo, busco la forma de aprenderlo y materializarlo. “

En el 2019 ha lanzado nuevo material; “Resplandor”, “Mal Amor” y “Shadows of Love”, tracks que alimentan el tiempo y el espacio con una expresión sutil y delicada de emociones complejas experimentadas por Alina. Porque al final, todo es sobre la idea de un sueño o sentimiento, del nacer y morir cada día, pero manteniendo la esencia que la hace única.

En el proceso de crecer y de crear cosas uno tiene que desconstruirse muchas veces. Hubieron muchos momentos en mi vida en que me he tenido que caer, volver a construir, entender y darme cuenta que con las vivencias que he tenido, estaba logrando llegar a ser la versión de mí que quiero ser.”

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Sus ganas de hacer música de Alina comenzaron desde muy temprana edad. Su padre, gran melómano, fue quien dirigió su educación musical, exponiéndola a diversos géneros que van desde el rock progresivo hasta el jazz.“Mi papá es coleccionista de arte y la influencia que recibí de música ya sea progresiva, experimental, jazz, también en cultura en general de películas, libros, de su parte fue muy valiosa para mí.

Ese proceso fue algo que la ayudó también con lo que es su trauma personal; la muerte de su madre cuando tenía 2 años de edad, suceso que la ha marcado en todos los sentidos e influenciado su visión y forma de entender la vida. “Yo siempre había querido hacer música desde que soy pequeña, y decidí el verano del 2015 sacar de mí esa tristeza, poder liberarme de esa presión que he sentido durante toda vida por la muerte de mi madre.”

Al ser hija única, el control parental durante su adolescencia impidió que la socialización fuera una tarea fácil; pero la música se hizo su amiga y contacto principal con el mundo exterior. “La música siempre fue mi amiga, siempre fue mi forma de escape de la realidad, la música ha estado ahí para mí, nunca me ha defraudado.”

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Siguiendo los pasos de las bandas de shoegaze y dreampop que escuchaba en la adolescencia, no le deparó a la falta de experiencia: “Cuando uno tiene esa necesidad de proyectar lo que uno siente, lo importante es hacerlo. Aunque tomé clases de piano a los 12 años y me enseñó lo básico, realmente no tenía mucho conocimiento de producción musical, entonces fui muy autodidacta. Así que empecé a producir en mi computadora con GarageBand, una guitarra y un micrófono.”

“El proceso de crear música es súper divertido, libre, es como botar el golpe del día a día. A veces uno coge mucha brega porque uno debe durar muchas horas, especialmente en las vocales y como grabo mis vocales en mi habitación, todo se complica un poco.” Ahora mismo está buscando estudio, porque a pesar de que le gusta mucho trabajar consigo misma, a solas en su habitación, ha entendiendo que trabajar en equipo también es importante.

Este mindset surgió gracias a la influencia de una de las personas que han contribuido al crecimiento de Alina, enseñándole a trabajar en comunidad, poder socializar y abrirse al mundo, Carlo Alberto, fundador del sello discográfico independiente, ‘’El cuarto elástico’’. “Cuando empecé a hacer música era muy tímida. Después de lanzar mi EP en el 2015, no fue hasta el 2017 que pude presentarme en vivo, en el INDEX del 2017, que Carlitos —Carlo Alberto— organiza.

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Para Alina, esta primera presentación significó un momento espiritual. Durante el soundcheck de la presentación, escuchó una persona decir el nombre de su madre “Angie” retumbar el lugar (aunque después entendiera que fue una persona llamando a la ilustradora Angel María), le brindó la confianza y confort necesario para afrontar al público por primera vez. “El momento fue espiritual, aunque la presencia de ella no estaba físicamente conmigo pude sentir su esencia, el alma de ella seguía ahí para mí”.

Entre sus grandes ambiciones está, aparte de seguir tocando en vivo alrededor del mundo, es crear un subgénero nuevo que “represente lo que soy, porque al final del día, no quiero ser una cara, una modelo, quiero ser Alina, soy Alina”.

Y mientras Alina sigue superándose, tanto como artista y persona, encontrando sonidos nuevos y colaboradores que entiendan el mundo que habita en ella, nosotros estamos atentos a lo que viene y emocionados de contar con su presencia en nuestra escena musical, en la que es un resplandor con una luz diferente, pero igual de cálida y necesaria.

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