Rita Pauls

Llego con disfraz: anotaciones de un Gavillero en la sierra y la vida rosarina 1/3

Rita Pauls
Llego con disfraz: anotaciones de un Gavillero en la sierra y la vida rosarina 1/3

Fotografía B/N por Jaime Guerra Texto y fotos celular por Rita Pauls
Dirección cortometraje por Ricardo Ariel Toribio


La primera y única vez que viví una pandemia mundial conocí a Ricardo Toribio por internet. Nos encontramos en un taller virtual de cine documental que daba un amigo de Buenos Aires, al que se unían personas de distintas partes del mundo. Todas las semanas se me revelaban ventanas que me permitían espiar cómo atardecía en Santo Domingo, oír el canto del afilador de cuchillos en Asunción, acompañar la siesta de un bebé en Berlín cuyas iniciales eran B.B y leer los mensajes de emancipación estudiantil en las paredes de la universidad de cine de La Habana, entre otras escenas domésticas que para mí expandían las posibilidades de lo real en tiempos globales de encierro. Sentía que se me regalaba una lupa que tenía especial ojo para la intimidad y se me ofrendaba posarme sobre esas escenas como un insecto. El recuadro donde aparecía la cara de Ricardo siempre me llamaba la atención por los papeles que tenía pegados sobre la pared y la forma que tenía de ondular una cortina junto a su hombro. Fue mi primer contacto con el aire de República Dominicana, vi el aire meciendo esa cortina durante meses. Un día, Ricardo me propuso escribir sobre su película Un Gavillero en la Sierra y acá estoy. Me propuse a mí misma ver la película todos los días en un marco de una semana, a ver qué pasa.



Jueves 4 de mayo 

Me tomo un tren muy temprano hacia la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe, a 300 kilómetros de donde vivo. Es como un doble viaje, escribir sobre esta película durante una semana y al mismo tiempo estar física y geográficamente en movimiento, hacia otra ciudad, a vivir en otra casa, dormir en otra cama y desayunar en otro balcón. Me río en voz alta cuando acomodo mi valija en el vagón y me doy cuenta de cómo estas dos cosas, el viaje y la escritura, coincidieron en este momento y me encuentran así. 

Entre 1916 y 1924 surge el Gavillerismo en República Dominicana: movimiento campesino armado busca formas de emancipación frente a la ocupación estadounidense. Me impresionan las primeras imágenes de la película, las que le siguen a ese epígrafe sobre la situación gavillera de la época cuya lectura me deja inquieta. Hay una calma rarísima en ellas. Me pregunto por los aparentes ‘tiempos muertos’ durante un período de revoluciones, resistencias y masacres. La urgencia y el ocio parecen tocarse, son los primeros momentos dentro de un mundo todavía analógico donde reina el ‘¿Qué hora es?’, la recolección de frutos silvestres para comer, la necesidad de un caballo para moverse, el frotar de las hojas entre sí. Una época en la que el clima aún te lleva a tener que tomar algunas decisiones: llueve, me resguardo; se despeja, continúo andando. En el minuto 07:18, la luz de la película cambia por completo. Los negros y los blancos se colorean distinto, el personaje entra en un mambo más onírico y, siento yo, experimenta un hacerse compañía a sí mismo que percibo de otro tiempo, mecido por la quietud de una alucinación. Comienzan las diapositivas.



Qué placer extraño de repente la quietud de estas fotos en medio de una serie de imágenes en movimiento. Quedo impactada por la frase que dice el personaje de la muchacha cuando se la acusa de haber tenido sexo con Robinson, el yanki: ‘Hice esto por gusto’ dice ella. La radicalidad de su respuesta me deja perpleja. Hacer cosas por placer se me aparece como una actitud completamente disidente en tiempos extremos, apremiantes. Con esta frase la película se abre a un mundo femenino, le sigue la hipnosis del quehacer manual, el trance del hilo y el canto. En mi mente llamo a este momento de la película ‘El cultivo de los gestos’. Por un lado ellas hacen el amor entre los pastizales, hilan, cantan. Enseguida ellos: su coreografía codificada y rígida; suena el himno nacional desde un gramófono, cuerpos agrupados, pequeña comunidad de seres erguidos, armados. Se me desmenuza la distinción hombres/mujeres y quedo presa de la imagen del gramófono en medio de la sierra. Un gavillero en la sierra, ¡Un gramófono en la sierra! El canto, el hilo, el perro acomodándose la cola con la propia boca... La película pone en escena una serie de tecnologías elementales, algunas de ellas al borde de la extinción. Algo me golpea: la blanquitud en la película, representada por el personaje de Robinson al que vemos cogiendo a la intemperie. Robinson y el runrún de muerte y tortura que esparce el ejército de Estados Unidos por esas tierras. 

La muerte de un gavillero celoso, echado en el suelo usando zapatos de vestir sin medias. 

Llegamos a la ciudad, hay que bajarse del tren.
Agarro mis cosas y camino derecho hacia El Bucle, espacio de lxs editores Ana y Maxi en barrio Pichincha, cerca de la estación. Qué lindo vagar por una ciudad desconocida y al mismo tiempo tener una misión concreta: ir a ver las pinturas del rosarino Luis Ouvrard a este lugar y encontrarme con Maxi a tomar una cerveza. En el muro de una iglesia leo escrito con pintura azul y brocha gorda: ‘y 1 aura de esperanza recorre mi interior pq’ estoy desvinculado del odio y el del rencor’ firma: Cacho. Llego al Bucle con la valija, transpirando, siguiendo la estela de esa frase que escribió Cacho. 



Viernes 5 de mayo 

Primer amanecer rosarino, me despierto y veo a Pan y a Pan, los dos gatos que viven acá conmigo en esta nueva casa. Al levantarme y verme entre los dos no puedo evitar pensar que estoy adentro de un sándwich, entre panes. Antes de hacer un mate pienso:  La película no se llama Gavillerismo, ni Gavilleros, ni Los Gavilleros de la Sierra, se llama Un Gavillero en la Sierra. Me gusta subrayar ese ‘un’. Uno sólo.
El gavillero celoso que muere echado en el suelo usando zapatos de vestir sin medias. 

Se me aparece la pregunta por el lugar del placer en épocas tan represivas.
Recuerdo la sorpresa de leer las anécdotas recuperadas por Ricardo Strafacce en su biografía monumental de Osvaldo Lamborghini, esas historias nocturnas de yires eternos y fiestas espontáneas, conversaciones de vereda a los gritos entre amigos borrachos a las cuatro de la mañana. Mientras la dictadura militar de los 70’s se carga al país, dos amigos pelean por el amor de un chongo y por el destino de la poesía argentina en medio de la calle.
Esa convivencia. 

Salgo a buscar fruta, las paredes del barrio céntrico dicen: MEDITACIÓN O BARBARIE.
Y más adelante alguien con dislexia ensaya formas de escribir la palabra ‘amor’ con aerosol negro: MAORO. 

Hoy a la noche vamos con Clarita a nuestro primer ballroom. Intriga por conocer ese mundo nocturno y su lenguaje. Me dijeron que había que ir montadas...creo que me voy a disfrazar de Clara. 



Sobre Rita Pauls
Nací en 1993 en Buenos Aires. Al parecer tengo 29 años. Me gusta mucho escribir, leer, traducir. También actuar o interpretar. Observar y dibujar. Bailar. Pintar y coleccionar música. Tengo un programa de radio que se llama Melódico Cacharro de Amor donde comparto los hallazgos musicales que voy encontrando a medida que pasa el tiempo.